Experiencia vivida
Pudimos probar tres juegos diferentes.
En el primero, éramos un dinosaurio que perseguía a unos pequeños robots. Tenía que ir derribando con la cabeza los edificios para eliminarlos. Aparte de algún que otro latigazo cervical -quizá por la falta de costumbre o por la gran forma física en la que nos encontramos- la inmersión es increíble. Es realmente divertido aplicar de esta manera la realidad virtual con PlayStation VR.
Después, pudimos meternos en la piel de un agente especial perseguido por una banda de mafiosos. Escapábamos de ellos en coche, en el asiento del copiloto. Fue entonces cuando nos dimos cuenta: esto puede ser también muy grande en videoconsola. Teníamos nuestras dudas porque el rendimiento de las videoconsolas no se acerca al de los ordenadores personales, pero es más que suficiente. El contenido y la experiencia de jugarlos es tal, que hace falta muy poco para disfrutar como niños.
El último juego que pudimos probar fue uno de miedo, en el que viajábamos en una especie de tren de la bruja y nos atacaba un gigante que nos había puesto trampas. Y esto es otro cantar. Dentro de poco hablaremos sobre el terror en realidad virtual. La inmersión es tan grande que las autoridades están obligando a rebajar los contenidos de terror por riesgo de trastornos físicos y psicológicos. Ahí es nada.